lunes, 25 de agosto de 2014

LA PASSIVE HOUSE: ENTRE LA EFICIENCIA Y EL EXCESO.


LA PASSIVE HOUSE: ENTRE LA EFICIENCIA Y EL EXCESO.


 La Naturaleza no es tan sabia como parece porque,

si  verdaderamente lo fuera,

no pasaríamos tanto calor en verano y frío en invierno.”

Chumy Chúmez


 






















Con esta “racionalidad” implacable se expresaba Chumy Chúmez en una viñeta, hace muchos años. Sin embargo, tras la estela del chiste, existen mentes empeñadas en corregir esta Naturaleza imperfecta a la que pertenecemos. La Humanidad se ha defendido de las hostilidades del medio de forma bastante eficiente a lo largo de la Historia, lo que le ha convertido en la especie de mayor éxito, tanto que puede poner en peligro su habitat, incluso su propia existencia. El desarrollo del conocimiento científico y la tecnología asociada, no siempre ha llevado aparejado el de la sabiduría y parece que se puede morir de éxito, porque el sueño de la razón produce monstruos.



 

 
 
En 1988, tras unas conversaciones entre el sueco Bo Adamson (Universidad de Lundt) y Wolfgang Feist (Instituto para la Construcción y el Medio Ambiente Alemán), surgió la idea de la CASA PASIVA (Passive House= PH), cuyo desarrollo fue auspiciado por el estado alemán de Essen. La propia Unión Europea, a través de su programa Thermie, financió el Proyecto CEPHEUS (Cost Efficient Passive Houses as European Standards = Coste Eficiente de las Casas Pasivas como Estándar Europeo), que analizó 14 edificios PH con 211 viviendas, entre 1998-2001. Los resultados resultaban muy atractivos, porque planteaban una reducción de costes energéticos próximos al 80% y, aunque estuvieran implicadas tanto las entidades patrocinadoras de las PH, como el propio Passive House Institut (Dirigido por Wolgang Feist), ha influido notablemente en la estrategia Europea 2020, referida a Clima, Energía y Movilidad; en concreto la 20/20/20, reducción del 20% en emisiones de carbono, utilización de un 20% de energías renovables y mejorar un 20% la eficacia en el consumo de energía. Las estrategias se concretan en los “Presupuestos de la UE 2013- 2020” y, en el caso que nos ocupa, el “Séptimo Programa Ambiental de la UE 2013- 2020”. En 2013, siguiendo las Directivas Comunitarias, con retraso, el Gobierno de España aprobó el “RD 235/2013, de 5 de abril, por el que se instaura la certificación energética de los edifcios”, que entre otras medidas establece:


 
 
 








“Disposición adicional segunda. Edificios de consumo de energía casi nulo.
1.- Todos los edificios nuevos que se construyan a partir del 31 de diciembre de 2020 serán edificios de consumo de energía casi nulo. Los requisitos mínimos que deberán satisfacer esos edificios serán los que en su momento se determinen en el Código Técnico de la Edificación.
2.- Todos los edificios nuevos cuya construcción se inicie a partir de diciembre de 2018 que vayan a estar ocupados y que sean de titularidad pública, serán edificios de consumo de energía casi nulo.”



 
 
 
 








Parece una imposición muy radical que será de difícil cumplimiento, aunque se reactive el sector de la edificación y la actividad de las Administraciones asociadas a ello. Ante los requisitos requeridos, todo parece indicar que la tipología de las PH pasa a ser obligatoria, incluso se superan sus criterios, ya que los estudios contemplaban un ahorro del 80%, no del 100 %. Es una apuesta durísima y costosa porque, como es conocida la asimetría de la eficiencia energética de un edificio; una mejora del 80%, se corrige con un incremento del 20% en la  inversión de aislamiento, pero si se quiere evitar el 20% restante, se requiere un incremento adicional del 80% de la inversión. Además, siempre existirá un consumo interno de energía en electrodomésticos, iluminación… y motores de ventilación. Este tipo de demanda viene a ser, en España, la mitad del gasto térmico (un tercio de la energía total), aunque en los países de las PH pueda ser menor (un tercio y un 25% de la energía total) presumiblemente. Es indudable que se trata de un consumo de cierta entidad e inevitable. Se adjunta un gráfico, en el que se puede apreciar la enorme importancia que se otorga a la demanda térmica (calor o frío) y cómo se minimiza la demanda eléctrica de servicio, que es menor que la ventilación mecánica; es discutible, como siempre, depende de la procedencia y no es el caso español, ciertamente.



 
 
 

 
 
Al hablar de tipología lo hago con plena intención, porque los condicionantes de diseño de una PH son tan drásticos que provocan un “nuevo estilo internacional”, con envolventes de gran espesor, huecos de luz sin practicabilidad, ventilación interna mecánica, incremento de instalaciones y dispositivos de control y monitorización, etc… todo para conseguir una estabilidad interior de temperaturas entre 21º- 24º, entre el invierno y el verano. Se dice que los usuarios están muy satisfechos, pero parece deseable que no tengan claustrofobia, porque no podrán abrir ventanas, ni sean sensibles a las vibraciones continuadas de motores, etc… Un entorno doméstico aséptico, ajeno al frío, al calor, al ruido, a la comunicación… receloso de la relación con los demás… con la vida, como se entiende en otras culturas urbanas, más corales y relacionadas con el “Mare Nostrum”, que vió nacer un sentido de “lo urbano”. Ese “mundo burbuja” no puede ignorar que en el exterior la vida sigue, con calor o con frío.
 

 
























La aparición del CTE supuso un refuerzo en las prestaciones térmicas de los edificios, pero, además de ser innecesariamente farragoso, sus programas relacionados (LIDER y CALENER) eran bastante deficientes en su operatividad. La reciente fusión de ambos supone una mejora, pero en el fondo existe una tendencia a un sentido de la edificación “continental”, con una consideración muy parcial, ajena a soluciones climáticas idóneas para determinadas zonas, más mediterráneas. Así lo plantean los arquitectos Pedro A. Díaz Guirado y Aníbal Allepuz Pedreño (profesores de las ETSAS de las Universidades Católica de San Antonio de Murcia y de Alicante, respectívamente) en el artículo “¿Cuánta energía consume su edificio, Mr. Foster?”, publicado en el boletín nº 5 de 2014 del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, Anexo 14 dedicado a información tecnológica. Concluyen que “El CTE parece estar planteado fundamentalmente para el frío y muestra menor sensibilidad para edificios situados en climas templados. La evaluación debe ser sensible a planteamientos arquitectónicos en zonas cálidas, como los patios, ya que los resultados no arrojan ningún beneficio en verano: puede llevar a simplificaciones que perjudican planteamientos buenos a nivel energético en estos climas… Llevados al límite aislamiento y sistemas constructivos, hay que trabajar con factores que dependen del diseño arquitectónico y el urbanismo hacia el Edificio de Energía Casi Nula.” El CTE asume muchos de los planteamientos que subyacen en el “ambiente europeo” que inspiró las P.H., coincidente con la época de su redacción.
 




















Es comprensible que por razones climatológicas históricas y sin considerar los efectos de un posible cambio climático, las PH concentren su éxito en Centroeuropa, países nórdicos y, en especial, Alemania como cuna y motor de su desarrollo. Sin embargo parece excesivo imponer en otras áreas climáticas este tipo de solución, detrás de la que subyace un sistema de homologación que apunta a un negocio floreciente. De nuevo se llega a una lectura del contexto económico que vivimos, con una U. E. monolítica para algunas cosas, pero no para otras. El éxito de las iniciativas económicas, más allá de su grado de contextualización o fiabilidad, depende de su promoción por países económicamente saneados, que establecen imposiciones desproporcionadas a los que se encuentran en situaciones más desfavorables, críticas o sencillamente diferentes. No parece un buen camino para Europa.


 
La realidad ofrece mucha variedad, incluso en un contexto de relativa homogeneidad como el europeo las estrategias deben ser flexibles, sacando partido de ello pues favorece una riqueza de alternativas y resultados. Las demandas energéticas son sustancialmente diferentes en los países mediterráneos, respecto a los nórdicos; como es fácil de entender. El consumo energético en éstos se orienta hacia los edificios, mientras que en aquéllos prevalece el transporte y se gasta menos en calefacción, aunque se haya incrementado la climatización. Carece de sentido recurrir a un “encapsulado” residencial en condiciones climatológicas más favorables, o diferentes; que no necesitan ventanas herméticas y ventilaciones mecánicas, porque pueden crear corrientes con la existencia de patios; que captan mayor energía solar para los edificios, que crear soportales para protegerse del sol, además de la lluvia, que atemperan el calor con láminas de agua o, en general, se puede recurrir a plantar árboles para absorber el CO²… Soluciones que están en la naturaleza, con procesos físicos simples, ajenos a costosas alternativas tecnológicas. Invocando la eficiencia, se genera la desproporción, que es la antesala del exceso; si alguien quiere y puede hacerlo, que no se lo imponga a los demás. Es mediante la normativa y la obsesión por el control como nos vemos atrapados, de modo creciente, por una burocracia que entorpece no sólo el sentido común y la creatividad, sino la idea de una Europa vieja en sus naciones, pero joven como proyecto unitario.

 
 


En mi despacho, tengo tres cuadros/ “poster” que resumen las principales obras de mi particular “santísima trinidad”: Frank Lloyd Wright, Mies Van der Rohe y Le Corbusier. Cuando veo sus obras aprecio que no cumplen el Código Técnico de la Edificación y me pregunto ¿Cómo es posible? ¿Cómo hemos podido elogiar la Kauffman House- Fallingwater, los laboratorios Johnson, el primer Museo Guggenheim, la casa Tuggendhaut, la casa Fansworth, el rascacielos Seagram, Villa Savoye, la Unidad de Habitación de Marsella, la Iglesia de Ronchamp…? Pero la lista es inabarcable si añadimos a las obras magníficas de los tres grandes, las de otros muchos “grandes” (Aalto, Niemeyer, Tange, Terragni, Sterling… Fisac, Coderch, Sert, De la Sota, Sainz de Oiza, etc?) Sin citar a los contemporáneos, por eso de la distancia. O arquitecturas vernáculas plenamente insertadas en su contexto medioambiental, como Hassan Fathy, o efímeras como Shigeru Ban. Todos los casos citados y sus obras tienen un componente básico de la Arquitectura: la belleza equilibrada. ¿Puede haber edificios bellos con la filosofía de la Passive- House? Puede ser, pero están por conocerse.
 




Siempre he dicho que la mayoría de los arquitectos amamos la Arquitectura, pero vivimos de la Construcción, aunque actualmente no es muy cierto: se subsiste de la burocracia. La hipertrofia del control normativo en la Unión Europea se ha convertido en un monstruo generador de una actividad burocrática, que “añade valor” y pequeños ingresos a masas profesionales subempleadas, cómplices forzosos que aguardan tiempos mejores. El problema es que se pierde el sentido de la proporción y, mediante excesivas capas de “valor añadido”, se incorpora lo innecesario y se pierden la eficiencia y competitividad que tanto preocupan. Nunca se había construido tan poco ni tan caro en lo que son nuevos edificios, aunque lo compensa el descenso del precio del suelo. Con un mercado inmobiliario hundido tras la burbuja, con precios del excedente en venta por debajo del coste de construcción, lo poco que se construye nuevo es bastante más caro que lo anterior. La reflexión se tiñe de nostalgia, cuando se juzga nuestro descorazonador panorama profesional, “refugiado” en encargos burocráticos (certificaciones, tasaciones, peritaciones…), papeles que engrosan expedientes, alejados de la acción real: proyectar y construir. Es inevitable que los arquitectos españoles más jóvenes abandonen el país si quieren conocer y ejercer la profesión para la que estudiaron, aunque sea para proyectar y construir “passive houses”...






No hay comentarios:

Publicar un comentario