lunes, 27 de octubre de 2014

El despertar del Arkitecto K


Los arquitectos somos  el colectivo profesional más afectado por la crisis, probablemente. La mayoría de los profesionales no padece una situación de subactividad, sino de inactividad, son parados que no pueden registrarse. Vivimos una problemática equivalente a la declaración de "zona catastrófica", como sucede con los agricultores cuando son afectados por diversos trastornos climatológicos. Como ellos deberíamos tener ayudas, en muchos casos y temporalmente, ante una crisis tan profunda y dilatada, y debería ser posible la reducción de nuestras aportaciones al sistema de prevención sanitaria o de pensiones, incluso obligaciones fiscales y favorecer las jubilaciones. El relato que se adjunta es un "cuento técnico" y como tal recoge una serie de datos. El problema es que son reales y expresan el drama de muchos profesionales de un colectivo, que ha pasado del bienestar a la necesidad en una situación kafkiana.

     

EL DESPERTAR DEL ARKITECTO K.
“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. (Franz Kafka, “La Metamorfosis”)














El Arkitecto K. se despertó una mañana tras un sueño intranquilo; soñó que España tras incrementar su población un 14,3% en nueve años, empezaba a perderla, la población envejecía, los jóvenes más cualificados emigraban ante la ausencia de trabajo, y los potenciales demandantes de nuevas viviendas, la población entre los 15 – 29 años disminuía un 30% respecto a los de 30- 44 años; además era el país europeo que tenía más viviendas por cada mil habitantes (544), cuando la media europea es de 438; el parque de viviendas había crecido en algo más de cinco millones de viviendas, un 21% en nueve años, y había 3,4 millones de viviendas vacías, de las 564.000 eran nuevas, pero los bancos embargaban más viviendas de las que vendían y a muchas de ellas las subastaban por un precio inferior al coste de su construcción. Se encontró sudoroso sobre su cama y pensó que era una pesadilla, afortunadamente,  y  ese día que tendría bastante trabajo por delante, pues llevaba unos años de actividad creciente y casi no daban a vasto en el estudio. Gracias a ello podía viajar libremente, siempre le habían atraído las culturas lejanas, alejadas de nuestra forma de vida occidental (India, Perú, Brasil, Polinesia, Camboya, Tibet, Nepal, etc), sus viajes podían alargarse, pues no tenía especiales compromisos ya que era soltero y su socio de estudio, Jorge, disfrutaba dedicado a su labor de proyectista, algunos de cuyos trabajos se habían publicado en revistas, y respetaba su peculiar estilo de vida.






























Recordó que la noche anterior acababa de llegar de Méjico: un viaje intenso, descendiendo desde la Baja California, atravesando  el desierto de Sonora y continuando la travesía hasta Yucatán; casi dos meses viviendo entre el sincretismo de las culturas precolombinas y la pujanza de un país de economía emergente. Como estaba cansado y no podía dormir durante el viaje, le pidió a la azafata que si podía darle algo para ello. La azafata no tenía nada, pero un viajero próximo a él, de rasgos mestizos, le dijo que si quería tenía algo que podía facilitarle el sueño, pero mejor que lo tomara en casa, porque el viaje acabaría pronto y daba un sueño muy profundo y reconfortante, pero debería tomar sólo la mitad, porque era demasiado fuerte. Parecía una pastilla artesanal, de tono rosáceo y aspecto rugoso; en modo alguno pensaba tomarla y le agradeció su oferta a su insólito compañero de viaje, pero fue tanto su empeño que no tuvo más remedio que aceptarlo. Llegó a casa y cuando se acostó, como seguía sin poder dormir, recordó la pastilla regalada, así que decidió tomarla y se durmió. 

      
















Parecía que la pesadilla le había hecho madrugar, así que para poco había servido la extraña pastilla. Decidió acercarse a su Estudio y cuando llegó no había nadie, todo estaba recogido y tampoco se apreciaban señales de trabajo. Pensó que se habría despistado y que tal vez fuera día festivo; abrió el ordenador, miró el calendario y pudo constatar que era sábado… Pero el calendario decía que estaba en Septiembre de 2014. ¡No podía ser posible! Su viaje había sido en Septiembre de 2006 y sintió un profundo desconcierto.


















El caso es que en el estudio no se apreciaban muchas novedades, quizá demasiado orden, para la actividad acostumbrada. Dio un vistazo por las mesas y no parecía que se viera gran cosa: algunos folios y casi ningún plano, sólo de una reforma que no conocía. Pero los papeles se referían a tasaciones, una inspección técnica y dos certificados de eficiencia energética- ¿Qué era éso? No entendía muy bien lo que pasaba con esos papeleos: ¿Dónde estaban los proyectos “de verdad”? El caso es que sí los suscribía Jorge. Todavía era más extraño, porque no le gustaban nada ese tipo de trabajos y solía pasarlos a los “becarios”. Así que decidió telefonearle.
































Escuchó la sorprendida voz de Jorge. “¿Qué es de tu vida, hace años que no sabíamos nada de ti?... Desde tu último viaje a Méjico, para ser exactos. Pensábamos que habías decidido romper con tu forma de vida, de acuerdo con tus gustos por culturas exóticas y tus deseos conocidos de cambiar de vida; nunca imaginé que fueras a hacerlo, pero esta vez pareció ir en serio”. Las palabras de su amigo aumentaron su desconcierto; el tiempo y algo más habían pasado, pero no había explicación y no podía entenderlo. Decidió seguir la conversación normalmente, sin hacer preguntas que evidenciaran su “lapsus” temporal. 
  













Le preguntó a Jorge si bromeaba, algo que negó, pero como no sabía explicar lo que le había sucedido, prefirió preguntarle por su vida y el Estudio, que le había sorprendido por lo ordenado que estaba y su redacción de “papeleos burocráticos”, tan alejados de su dedicación a la actividad proyectual, que tanto apreciaba. Una vez más Jorge le sorprendió, no tanto por su vida, que resultaba tan monótona como siempre, sino por la apreciación de la actividad profesional. “Hago los trabajos que me salen, en el Estudio me acompañan uno o dos estudiantes, alumnos de la Escuela, que pasan para conocer la profesión, pero tuve que prescindir del personal progresivamente, pues como sabes no hay trabajo. Así que me limito a hacer alguna reforma, si hay suerte alguna vivienda unifamiliar y papeleos de tasaciones, certificaciones y cualquier encargo que me piden propietarios de viviendas conocidos y gracias a ello cobro precios algo razonables, porque la competencia salvaje ha degradado nuestros honorarios por debajo de costes y hasta lo miserable… No es que disfrute con ello, pero es lo que hay. Me imagino que, aunque estuvieras en Méjico, te habrás enterado algo de lo que pasaba por aquí”. Una vez más se quedó sin respuesta, así que le dijo a Jorge que mejor quedaban en el Estudio para hablar de lo sucedido desde la última vez que se vieron. Los compromisos familiares de Jorge precisaron las seis de la tarde como hora de encuentro en el Estudio. 



















Cuando apareció Jorge por el Estudio, le notó más envejecido, no más gordo, pero sí con menos pelo, aunque mantenía ese aire tranquilo que tanto apreciaba en él; le abrazó y, tras las preguntas convencionales interesándose por la familia y situaciones personales, se sentaron en unos taburetes, mientras Jorge le ofreció un cigarro y empezaron a fumar. Optó por decir que se había aislado y no se había enterado de nada, para ello tuvo que dilatar la duración de su viaje a un recorrido intemporal, donde había vivido un encuentro mucho más profundo con gentes de las diversas culturas indígenas. Jorge le escuchó entre sorprendido y condescendiente… “Siempre pensé que eras una persona muy singular pero nunca imaginé que tanto, ocho años son muchos años, aunque desde siempre aprecio tu amistad y ahora también, a pesar de tu espantada. ¿Así que no te has enterado de nada? Cualquiera diría que has vivido en “una realidad aparte” como un nuevo Carlos Castañeda, precisamente dentro de las tierras que has recorrido, como él hizo. No sé cómo haya podido cambiar tu vida en ese mundo, pero donde ha cambiado es aquí verdaderamente. Toda aquella actividad que viviste antes de marcharte, se desintegró en cuatro años y, desde entonces, sobrevivo por las clases de la Escuela y esos pequeños encargos, que nunca imaginé que necesitaría hacer para sobrevivir. Te voy a enseñar un repaso de lo realizado desde que te fuiste”.















Fueron al ordenador de Jorge y lo abrió. Empezaron a aparecer los proyectos de 2006, en casi todos había intervenido antes del viaje. Después casi no aparecieron novedades, pero se fueron desarrollando los que había iniciado y se construyeron casi todos. A medida que se avanzaba en los años, disminuían los ficheros de encargos de proyectos y se mantenían algunos concursos pero, en los últimos años se redujeron las carpetas de concursos, hasta desaparecer, y aparecían unas pocas de pequeños encargos. ¡Parecía mentira! Jorge ironizó: “No sé qué habrás hecho durante este tiempo, pero es probable que haya sido más provechoso que lo mío. Como puedes ver el trabajo que hago es muy diferente respecto a cuando te fuiste pero, en realidad, lo que ha cambiado totalmente es el ejercicio de la profesión. Se acabaron los tiempos de excesos, en la actividad y en los encargos de clientes caprichosos, ahora la Arquitectura casi se nos ha escapado y sus ejemplos son muy limitados. Los pocos proyectos que se hacen son desproporcionados documentalmente, se vuelven farragosos y priman las referencias burocráticas sobre el interés de las propuestas. Incluso los concursos casi no existen pues se convirtieron en una misión imposible, ante sus costes de elaboración y la avalancha de concursantes desesperados, hasta que la gente desistió de participar. Me alegra tu regreso, pero no te haces a la idea de la realidad que te vas a encontrar.”

 


























Las palabras de Jorge le hicieron recordar la pesadilla de la noche anterior y le preguntó cómo había sido posible lo sucedido, porque en 2006 nadie pensaba en una hecatombe de ese alcance. Se hablaba de que la actividad se reduciría en algún momento, pero sin tintes catastróficos, además había dinero abundante y sin dificultad, de modo que todo el mundo compraba pisos y la demanda era solvente aunque los precios se habían acelerado. “Pues la verdad es que no era tan solvente- inició Jorge su respuesta- porque de algún modo te habrás enterado de la crisis financiera global, pero en España la exposición inmobiliaria era tan fuerte, que arrastró a los activos de las entidades financieras y muchas de ellas necesitaron un rescate (con dinero público recaudado a unos ciudadanos empobrecidos) y la crisis engordó, además de arrastrar a otros sectores… Al final tanto las Administraciones, como los ciudadanos, estábamos fuertemente endeudados por servicios y bienes que se habían depreciado, pero había que pagar."




























Jorge interrumpió su discurso para encender otro cigarro, tomó impulso y continuó. "Lo más grave es que tenemos la tasa de paro más elevada de Europa, ha llegado al 26% sólo superada por Grecia.  En el caso de muchos ciudadanos, no han podido responder a las hipotecas y se han producido numerosos desahucios, de modo que a muchos afectados no se les acepta la dación en pago de su piso y se les continúa reclamando la deuda, tras perder su propiedad. Así ha surgido un grave problema social, hay 600.000 españoles atrapados por hipotecas que valen más que sus viviendas, de modo que en 2012 hubo 44.745 viviendas entregadas a los bancos y en 2013 aumentaron a 49.694: los bancos se quedan con más viviendas que las que se construyen de nuevo... Todo un síntoma. Naturalmente que hay oportunidades inmobiliarias excelentes, para quien tenga dinero, y se ha creado un "Banco Malo" (el SAREB) que da salida e excedentes inmobiliarios no deseados por los bancos, pero los vende a precios inferiores al coste de la construcción. Sus principales compradores son fondos de inversión extranjeros que pretenden hacer negocio con su alquiler y venta posterior , cuando vuelvan a subir los valores inmobiliarios. ” 

















Se sentía incrédulo ante las palabras de Jorge, pero no podía dudar de él, y respecto al conocimiento de la crisis argumentó que tampoco la había seguido entre las gentes que estaba y, desde luego, no pensó que fuera tan grave en el caso español. En cualquier caso, debería existir alguna expectativa de salir de ella, tanto en el modo como en el tiempo. La respuesta de Jorge le desasosegó más. “No es nada fácil la situación, porque se ha producido una caída continuada de la actividad económica y no se ve una  recuperación clara. El caso de nuestro sector resulta especialmente dramático, el año 2006 se visaron 920.000 viviendas y en 2013 han sido 28.000 (el 3%), porque el mercado inmobiliario está totalmente saturado y sin expectativas- y se estremeció cuando le citó los datos de su pesadilla. La rehabilitación y el mantenimiento de los edificios son alternativas razonables, pero como los particulares no tienen dinero, las comunidades de vecinos tampoco, y difícilmente pueden asumir realizar obras; además las posibles ayudas públicas se han reducido drásticamente”.

















Las cifras de Jorge nunca pudo haberlas imaginado, eran tan brutales que casi negaban cualquier esperanza y le insistió en que si eran verdad o le estaba tomando el pelo, para hacerle sufrir tras su abrupta escapada. ¿Cómo podían vivir los arquitectos con ese nivel de actividad? Jorge respiró hondo y con cierta desgana le respondió que “ya me gustaría que fuera mentira lo que te he dicho, pero es nuestra terrible realidad. La mayoría de los arquitectos hace mucho tiempo que dejaron de vivir de su profesión, los mayores se jubilan y los jóvenes buscan trabajo en el extranjero, si quieren ejercer su profesión. Yo tengo suerte porque doy clases en la Escuela y tengo los pequeños encargos que has visto, pero a duras penas mantengo el Estudio. Hay unas cuarenta Escuelas de Arquitectura y siguen produciendo titulados; irónicamente preparar proyectos de fin de carrera se ha convertido en una actividad para algunos Estudios. Se estima en algo más de 60.000 el número de arquitectos, aunque existe una reducción, lenta pero progresiva, de los que están colegiados que ascienden a  47.000, pues se llegó a sobrepasar los 50.000. En estas circunstancias, las alternativas profesionales son auténticamente miserables”.




 
 











































Casi había anochecido, se habían fumado la cajetilla, a Jorge le esperaban en casa y parecía llegado el momento de marcharse. Hacía una tarde agradable de final de verano y, entre lo que le había contado Jorge y que seguía sin entender lo que le había pasado, se quedó algo taciturno, mientras acompañaba a su amigo al coche. Jorge se dio cuenta y trató de quitarle importancia: “El lunes quiero verte por el Estudio para empezar a trabajar, repasaremos el acondicionamiento del local que has visto. Si quieres puedes tomar contacto con la realidad repasando el Código Técnico de la Edificación- ironizó Jorge- te darás cuenta de por qué se ha complicado mucho hacer proyectos, incluso se te pueden quitar las ganas. ¡Ah, no te olvides de las Normas de AENOR, que hay que tenerlas en cuenta también. Tal vez la parte más positiva de no tener trabajo es que no tienes necesidad de aplicarlo y, a la vista de los datos que te he contado, puedes imaginar que sigue siendo un enigma para muchos profesionales; un triste consuelo.”





















Se despidieron y, aunque Jorge se ofreció para acercarle a su casa, prefirió ir dando un paseo. Todo parecía normal, la gente estaba en las terrazas, las televisiones volvían a la carga con programas deportivos y debates viscerales… Aparentemente no notaba muchas diferencias. Tenía sed y decidió tomar una cerveza, entró en un bar; la pidió y se dio cuenta de que era más barata que antes de su viaje y lo mismo sucedía con el resto de los precios, se animó a tomar algo para evitarse hacer cena y se sorprendió por lo barato que le pareció. Continuó su camino a casa y se fijó en que había muchos locales comerciales cerrados, incluso edificios, pero los que estaban activos alertaban de nuevas rebajas, precios anticrisis, etc. Y era verdad, pues eran bastante inferiores a los que el recordaba. Todo le parecía muy raro, pero coherente con lo que le había contado Jorge.











Por fin llegó a casa y, aunque quiso ver algo que le sorprendiera, que le explicara qué le había sucedido en el “lapsus” temporal de ocho años, no vio nada especial. ¿Estaría teniendo un sueño de aspecto real, pero que se convierte en una pesadilla? ¿Un estado de duermevela del que no se acaba de despertar? ¿Por qué tenía que pasarle esto? No parecía una pesadilla normal, porque no se podía dormir y pensó en tranquilizarse tomándose una copa. Se la preparó, la acercó a sus labios y se fijó que tenía a la vista la mitad sobrante de la extraña pastilla, que le regaló el pasajero para que durmiera “un sueño profundo y reconfortante”. Tal vez el sueño hubiera sido profundo, pero el despertar no tenía nada de reconfortante. Pensó que tal vez la pastilla habría tenido algo que ver con su extraña situación, que nunca debió tomarla y que lo mejor que podía hacer era deshacerse de ella. Se disponía a ello y volvió a mirarla… Ocho años transcurridos para pasar de la opulencia a la miseria; volver el lunes al Estudio, a compartir con Jorge el proyecto de acondicionamiento de un local, no le atraía nada ¡Después de los proyectos y obras que habían ejecutado antes, era ridículo! El caso era que, si verdaderamente tenía que ver con su espantada de ocho años, podría repetirse otro lapsus similar.



 













Antes de darse cuenta se había tragado la mitad de la pastilla restante y lo último que pensó fue que, a la vista de lo que había entrevisto en su fugaz despertar, merecía la pena prolongar el viaje otros ocho años, para retornar con la crisis superada.   
     

 




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