domingo, 8 de septiembre de 2013

Javier Carvajal

JAVIER CARVAJAL: UN CONSERVADOR MODERNO.














España, durante el siglo XX, vio ejercer a un amplio grupo de arquitectos de gran calidad, producto de una formación académica muy exigente, que se fue diluyendo progresivamente ante una demanda social más amplia de profesionales, reflejada en unos planes de estudios menos selectivos, aunque no menos operativos. El siglo XXI ha visto una explosión masificadora, en especial tras la proliferación de Universidades privadas. Por desgracia para muchos de estos sólidos profesionales, sus circunstancias vitales fueron bastante negativas: el tradicional retraso económico y cultural español, se vió agravado por nuestra guerra “incivil” y el aislamiento posterior. Casos como Sainz de Oiza, Coderch, Fisac, De la Sota fueron verdaderos creadores e innovadores que hubieran tenido un reconocimiento internacional muy superior, si hubieran vivido en un país no estigmatizado, como el caso español; en un plano posterior podría citarse a MBM, Fernández Alba, Corrales & Molezún… y el mismo Javier Carvajal, grandes arquitectos, pero menos singulares y, tras ellos una constelación de excelentes arquitectos con obra importante, rigurosa, incluso amplia porque los tiempos, de reconstrucción y desarrollo, lo permitían. Tras la llegada de la democracia y la insospechada aparición de la marca “España”, asociada a la transición de una Sociedad creadora, optimista y renacida de un régimen autoritario, los arquitectos españoles, como en otros sectores, comenzaron valorarse incluso en el exterior. La referencia al año 92 es inevitable, pero en torno a los Juegos Olímpicos de Barcelona, única ciudad premiada por el RIBA, y la “Expo” de Sevilla, así como otros eventos posteriores surgió el reconocimiento. Rafael Moneo es una figura de transición, el último de los “clásicos” citados y el primero de la “nueva” Arquitectura Española, en 1996 recibió el premio Pritzker y, además de sus obvios méritos personales, era la expresión del reconocimiento de la nueva situación. La emergencia española también fue .favorecida por la decadencia de Arquitectura y arquitectos en países con la tradición de Italia, algo que debería valorar un Gobierno inteligente (¿) ante una Ley de Servicios Profesionales.






















Javier Carvajal fue uno de esos sólidos arquitectos españoles de la segunda mitad del siglo XX. Su ideología conservadora no le llevó a fórmulas académicas historicistas, todo lo contrario, su arquitectura es profundamente “moderna”, mezclando la vía funcionalista con la expresionista o el organicismo, en un cócktail, aparentemente complejo, pero de resultado sólido y coherente. Javier Carvajal nunca despertó sospechas al Régimen de Franco, lo que favoreció que fuera el catedrático más joven (1.965) y ferviente defensor de la Arquitectura Moderna; para entender lo que era el “ambiente” del Régimen ante las innovaciones culturales, José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, tuvieron problemas y amenazas por su magnífico y reconocido Pabellón Español de la Expo de Bruselas (1958), por eso la llegada de Javier Carvajal supuso un hito para la Arquitectura española del siglo XX. Sus edificios son deudores del “juego magnífico de volúmenes y sombras bajo el sol”, lo que le apunta a cierta retórica monumental, y el rigor en el manejo de materiales se concreta en el dominio del material “moderno” por excelencia: el hormigón. En su obra, como en su docencia, Javier Carvajal aboga por un nuevo “academicismo” funcionalista, sin el menor margen a la duda o la ironía. Esa certeza se concretaba en un control total del proyecto, muy preciso en sus soluciones y logrando, los mejores acabados en sus obras, como reconocían sus compañeros. La cara oculta, el Mr Hyde de Javier Carvajal, fue su impulso a embarcarse en aventuras política muy conservadoras, que nunca le salieron bien, lo que no deja de sorprender, dado su indudable compromiso profesional con la Arquitectura. Su influencia fue grande por múltiples motivos: docencia, calidad, producción, incluso compromiso con la representatividad profesional.



DOCENCIA.- Tuve la suerte de ser alumno de Alejandro de la Sota (Elementos de Composición, que me permitió superar el pánico del primer año y analizar y entender el espacio arquitectónico), Javier Carvajal (Proyectos I, me enseñó a concretar la Arquitectura desde el programa a su formalización), Antonio Vázquez de Castro (Proyectos II, me enseñó el valor del contexto y de la expresión arquitectónica) y Paco Sainz de Oiza (Proyectos III, su asignatura cuatrimestral era como él: la Arquitectura como pasión). Una gran diversidad de visiones arquitectónicas, impartida por excelentes maestros, que se implicaban de modo activo en sus clases. Sería injusto no mencionar, además de los catedráticos, a los buenos profesores correspondientes: José Antonio Pruneda (De la Sota), Luis Gay y Julián Colmenares (Carvajal), Fernando Fauquié (Vazquez de Castro) y Antonio Miranda (Oiza). Siempre se aprende mucho de los compañeros, pero la lista sería muy larga. Como el mundo no puede ser feliz, la turbulencia universitaria de aquellos años reducía bastante el calendario lectivo, pero las clases aportaban un conocimiento impagable, ciertamente. La cátedra de Javier Carvajal era la más pragmática y exigía que los proyectos fueran muy concretos, para ello estructuraba el curso por diferentes temáticas, con programas precisos (vivienda, equipamientos docentes, equipamientos de servicios y propuesta de implantación de proyectos del curso en un entorno concreto). Exigía concreción a los alumnos, así como autocrítica y coherencia para lograr rigor sobre las propuestas, por ello su consejo era que, “dado que inventar es muy difícil, aprendan a copiar bien”. Una corrección de Carvajal podía ser cruel, pero te enfrentaba a la realidad de tu proyecto: un modo de bajar los humos a los aspirantes a un “star system”, que entonces era muy modesto. Siempre fue conocida su capacidad para “ver” proyectos con rapidez y rigor, lo que le hacía muy interesante como jurado de concursos. Además del reconocimiento como catedrático de Proyectos en Madrid y Pamplona, su militancia docente le llevó a ser nombrado Director de las ETSAS de las universidades de Barcelona (1972- 1974) y Las Palmas (1974), pero protagonizando situaciones políticas muy conflictivas.  



CALIDAD.- Es el sello incontestable de las obras de Javier Carvajal, lo que supone destacar tanto por la selección de materiales, como por su ejecución. En general su arquitectura era de alto “standing” y para un público de nivel económico elevado, lo que facilita la monumentalidad ya referida; lo suyo no eran las viviendas protegidas (salvo algún caso raro como unas en el Aaiún), aunque podía hacerlo muy bien, pero se ve muy cómodo con un “status” más aristocrático que burgués, no es casual su vinculación a los locales de Loewe. En su obra se pueden rastrear múltiples influencias funcionalistas y, fiel a su principio, no prevalecía la originalidad o la búsqueda, incluso hubo una época que hacía de Paul Rudolph casi mejor que el propio (pienso en el excelente edificio de la C./ Fernández de la Hoz esquina a C/ Caracas); pero todo ello tenía en común el rigor funcional y la solvencia final del edificio. Ello no impedía ciertas contradicciones respecto al contexto, en el desarrollo de sus cursos como funcionalista convencido, el entorno preexistente del edificio lo consideraba modificable por la aportación de una nueva Arquitectura de mayor calidad y contemporaneidad; el entorno le importaba poco, le interesaba la nueva construcción. La Torre de Valencia es su edificio más conocido y acusa muy bien esta visión personal, de potencial conflicto: su calidad como edificio, choca con el “aplastamiento” de la perspectiva de la Puerta de Alcalá. La riqueza de matices en la fachada (volúmenes de terrazas, huecos casi “tallados”, juegos tubulares de remate de barandillas, movimiento de volúmenes prismáticos, generados por una planta arracimada, geométrica pero de disposición orgánica… un excelente despliegue formal apreciable en la media y corta distancia, pero la plástica de huecos y juegos de sombra en terrazas protegidas del excesivo soleamiento, se desdibuja y vuelve más ciclópea en la lejanía, a pesar de la ligereza de las plantas, ante el predominio de los paneles prefabricados de hormigón granítico. 





PRODUCCIÓN.- El estudio de Javier Carvajal era de los más reconocidos, no le faltaba actividad y era un arquitecto convencido, con enorme capacidad de trabajo pero, sus dedicaciones políticas, sin duda evitaron una mayor producción arquitectónica. El Pabellón Español en la Feria Mundial de New York en 1963 fue la obra que le supuso un reconocimiento dentro y fuera de España y en ella se inicia su relación con los prefabricados de hormigón, que será una constante en la mayoría de sus edificios. Aunque Madrid es la ciudad que guarda más obra suya, trabajó en casi toda España. Los proyectos son numerosos y variados, destacan las viviendas y edificios de oficinas, pero tiene importantes proyectos de hoteles y centros docentes, etc. Sus encargos de viviendas unifamiliares suelen responder a grandes mansiones y entre ellas destaca su propia vivienda en Somosaguas (1966). Los tiempos de la Transición y posteriores, además de la profundidad de los cambios, no fueron buenos para él, porque dejó de ser un referente como figura arquitectónica, y pasó a la prevención política por parte de algunas Administraciones. Sin embargo, mantuvo la actividad, su labor docente se centró en la Universidad de Navarra y realizó nuevos edificios, incorporando tendencias más ligeras y menos ciclópeas, utilizando más paramentos de vidrio y menos de prefabricado de hormigón, como Adriática de Seguros (hoy Allianz), etc... Sin embargo, continuó manteniendo el culto a la arista y la contundencia de los planos y la volumetría de las fachadas.



IMPLICACIÓN CON LA PROFESIÓN.- Javier Carvajal no disimulaba su egolatría, al inicio de los “70”  se consideraba el mejor arquitecto de España y de los mejores del mundo, sin ningún pudor. Ello no impidió que tuviera el reconocimiento profesional de sus colegas, con independencia de aspectos ideológicos. Fue Decano del COAM entre 1971- 1974, una Junta de Gobierno afín al Régimen de Franco. El paso del tiempo le volvió más tolerante y, aunque reconocía que tenía un “pronto” muy malo, volvió de nuevo a ser Decano del COAM (1998-1999), en un período de fuertes tensiones internas tras un cisma por la inhabilitación (1.998) de Luis del Rey por el CSCAE. Entonces los Decanos del COAM eran efímeros, incluso simultáneos y Javier Carvajal había bajado su prepotencia de los primeros años “70”, que yo “disfruté”, y contribuyó a dar salida a una situación muy complicada. Lo cierto es que, aunque no fuera un “inventor” de Arquitecturas, su rigurosa y renovadora influencia académica no es ajena  al éxito posterior de la Arquitectura Española. 



La obra de Javier Carvajal se encuentra en muchas ciudades españolas, aunque sus edificios más conocidos están en Madrid, como el caso de los que ilustran este texto.