jueves, 30 de abril de 2020

BERNARD RUDOFSKY, DESCUBRIDOR DE LA CASA MEDITERRÁNEA.


BERNARD RUDOFSKY DESCUBRIDOR DE LA CASA MEDITERRÁNEA, SOBRE UNA EXPOSICIÓN DE LA FUNDACIÓN ICO. 



No necesitamos una nueva manera de construir, sino una nueva manera de vivir”
Bernard Rudofsky.
























Muchas veces, la proximidad de las cosas nos impide apreciarlas; a lo largo de siglos, el Mediterráneo ha visto nacer en la homogeneidad de su entorno una Arquitectura popular y anónima, más elemental que la “domus” romana, pero fiel a sus características climáticas, sensible a su integración paisajística y funcional para su disfrute. Así se puede ver en la Arquitectura del Mediterráneo occidental, objeto de la exposición aludida, pero también se puede apreciar en una Arquitectura popular de autor, como era la de Hassan Fathy, hace cuarenta años. Rudofsky no era un “hippie”, sino un arquitecto austriaco activo en diversos países, que en los años “30” estuvo en Italia, antes de instalarse en Brasil, y conoció a diversos arquitectos italianos, entre ellos a Gio Ponti. El “descubrimiento” del paisaje mediterráneo por Rudofsky, probablemente haya influido a bastantes más arquitectos que los citados en la exposición… Estoy pensando en el mismo tipo de hallazgo por Jorn Utzon, que le llevó a construir su espléndida vivienda en Can Lis (Palma de Mallorca), o la búsqueda de un lenguaje de tipologías por Christopher Alexander, según arquitecturas vernáculas anónimas. Rudofsky "descubrió" el Mediterráneo antes que otros y decidió compartirlo abriendo la mirada de otros colegas. 








Asentado ya en los Estados Unidos, tras Pearl Harbour se le dio la opción de conseguir la residencia y se instaló en New York convirtiéndose en un colaborador esencial del MOMA. Siempre se sintió atraído por la Arquitectura residencial, ajeno al discurso grandilocuente de las Vanguardias, hacía una lectura crítica del Movimiento Moderno al que reclamaba una escala más humana y la Arquitectura sin Arquitectos de la casa mediterránea fue su referente de inspiración. El Mediterráneo, tanto que se lo “descubrió” a otros arquitectos italianos, como Gio Ponti. Él reinterpretó la célebre afirmación de Le Corbusier, “La Arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz” (“Hacia una Arquitectura”, 1923”), acercándola más a la escala humana, como postula la afirmación del encabezamiento que, consciente del poder y la armonía de la Arquitectura con el medio natural en que se ubica, remite a la coherencia del modo de vida con ella. Su influencia fue amplia como profesor y escritor y en 1971, construyó “su” vivienda mediterránea en Frigiliana (Málaga), cuyo proyecto firmó, por temas burocráticos, su amigo José Antonio Coderch. Fue su verdadero testamento arquitectónico, donde pasaba los veranos hasta su muerte en 1988. Tras el fallecimiento de su esposa, Berta, el edificio fue declarado BIC en 2011.
















El Mediterráneo le enseñó a Rudofsky y Rudofsky me enseñó a mí”, con esta naturalidad Gio Ponti describe cómo Rudofsky le influyó para apreciar lo que tenía tan cerca que no lo valoraba. Era la segunda mitad de los años “30” y, aunque ltalia conocía la retórica de una Arquitectura fascista, también tenía discursos innovadores, herederos del Futurismo y cierto funcionalismo, a través de algunos jóvenes arquitectos, como Giuseppe Terragni, Adalberto Libera y Mario Ridolfi. Rudofsky se mueve por la bahía de Nápoles y colabora con Luigi Cosenza, con quien realiza la  Casa Oro en Nápoles (1937), con un espectacular despliegue del edificio, con vistas al mar sobre el cortado del terreno. O la admirable Villa en Positano (1936), donde insiste en la Arquitectura abierta, penetrada por la naturaleza, enfatizada en dos árboles cuya preexistencia en la parcela era presumible (una apertura permite que atraviesen la cubierta plana). Su obra encuentra la mirada de Gio Ponti que madura un discurso interrumpido por la Segunda Guerra Mundial, encerrado en el personal mundo de su revista “Domus”, fundada y dirigida por él desde 1925, hasta su muerte en 1979.



 








































Tras la devastación bélica, la reconstrucción europea se orienta hacia los postulados urbanísticos y arquitectónicos del Movimiento Moderno, que había sido enunciado en los Congresos Internacionales de la Arquitectura Moderna (CIAM), especialmente en la “Carta de Atenas” (IV Congreso). En ellos habían tenido protagonismo algunos arquitectos españoles, como Josep Luis Sert o Fernando García Mercadal, pero también franceses o suizos, como Alberto Sartoris, que junto a los italianos buscaban una relación con sus raíces mediterráneas. Hacia 1950, ya existía una reconsideración crítica de sus postulados, sobre la rigidez de usos y zonificaciones, la internalización de un estilo ajeno al lugar, al papel de la Ciudad Histórica o a la sabiduría de arquitecturas populares, fuera de estilos. Es precisamente la visión asumida de esa experiencia la que lleva a Gio Ponti a afirmar que “Vivir es muy distinto de habitar; significa, a la vez, habitar, estar ocioso, contemplar, disfrutar, sufrir, cobijarse, aislarse, amar entre muros y cielo, entre muros y sol” (Gio Ponti). Este proceso se ve reforzado por la visita a otros entornos mediterráneos no italianos, como Francia y, especialmente, en una España aislada tras su brutal guerra incivil y que se debate entre una Arquitectura “Imperial” y la exaltación de arquitecturas populares que, bajo una apariencia “regionalista” son ejemplos de integración con su entorno. No obstante esa Arquitectura promovida por el Estado para poblaciones de recursos limitados, en medios rurales, produjo ejemplos de gran interés. Bajo esas ideas surgió en Menorca el poblado de pescadores de Binibeca Vell (entre 1964- 1968), proyectado por Javier Barba Corsini... Cuando se terminó era una arquitectura deseada por el turismo, pero por suerte, Menorca tenía instalaciones militares que impidieron un "boom" de turismo masificado y, años después, permitió su declaración como Reserva de la Biosfera. 





















A finales de los años “40” algunos arquitectos descubren un paraíso perdido, con una espectacular Arquitectura popular: Ibiza. Gio Ponti forma parte de ellos y comenta que “en España (…) no he encontrado nada moderno conceptualmente; sin embargo, he descubierto en la Arquitectura Antigua (…) sorprendentes coincidencias con el gusto moderno”. La construcción referida era un magnífico ejemplo de Arquitectura sin arquitectos, que tanto valoraba Rudofski, con los materiales de la zona, piedra o arcilla, escalonados en el terreno, para protegerse del viento, orientadas al sur, buscando la luz y encaladas. Como afirmaba Luigi Figini en “Descubriendo las Islas” (1949), “Las casas las hemos visto de cerca, con sus volúmenes puros, encalados bajo el sol. Sin estilo, sin estilo, sin escorias de estilo…tampoco tienen tiempo: no han “envejecido”, ni envejecerán .nunca”… El triunfo intemporal del Sentido Común, para pasmo general sin aplicar un Código Técnico de la Edificación.  






















Su funcionalidad es admirable y elemental, su austeridad es un minimalismo espontáneo que crece por módulos cúbicos, articulados respecto al vestíbulo distribuidor, protegidos por la edificación. Toda esa fuerza vernácula había fascinado a otros visitantes previos. Walter Benjamin huyendo del ascenso del nazismo, la visitó en 1932 y 1933 y encontró en aquel escenario, de pobre subsistencia pero rico en su expresión formal, un remanso para su introspección creativa.
Nos resulta difícil a los arquitectos, (…) alcanzar en nuestras obras una pureza similar a la de esta Arquitectura sin arquitectos (…) Ibiza es una fascinante lección para todos, reconfortante para esos jóvenes arquitectos españoles, que anhelan una expresión pura de nuestra Arquitectura”, sentenció el mismo Gio Ponti. Puede afirmarse que fue este descubrimiento arquitectónico el primero de otros posteriores, de Ibiza. Quince años después lo hicieron los “hippies” y, posteriormente, la calma mediterránea secular ha sido desbordada por el paraíso de referencia mundial para las megadiscotecas electrónicas, con efectos devastadores de este turismo masivo sobre aquella cultura vernácula, casi perdida: siempre quedará el sol, preciso como un escalpelo, pero difuso sobre una fiesta sin límite. 







 














Pero la Arquitectura popular mediterránea se desplegaba más allá del entorno balear y, en especial ibicenco o menorquín, también se encontraba en la Costa Brava, Levante, Andalucía... Anna María Dalí, enamorada de su tierra y el paisaje ampurdanés y, más en concreto, del entorno de Cadaqués cuya presencia es indisoluble de la prosa poética de sus libros, así describe ese paisaje surgido de un orden natural: “El aire es diáfano, los círculos de las rocas y olivos se dibujan con precisión absoluta”… Una geometría próxima al “juego sabio, correcto y magnífico” de Le Corbusier. Un sentimiento paisajístico que contagia a Josep Pla que considera a Cadaqués como una isla, aunque la geografía parece negarlo.





 









A través de ese encuentro mediterráneo, a principios de los años 50, la Arquitectura española, hasta entonces cerrada en la autarquía general del país, empieza a recuperar su relación con el exterior. Una aproximación que incluyó otras vinculaciones culturales, como en el Cine con magníficos ejemplos como “El Pisito” (1958) y “El Cochecito”(1960) de Ferreri y Azcona, o “El Verdugo” (1963) de Berlanga. En la Arquitectura la mayor expresión fue la creación en Barcelona del Grupo “R”, que aglutinaba a una vanguardia de arquitectos (José Antonio Coderch, Francisco Juan Barba Corsini, Josep M. Sostres, Manuel Valls, Antonio Bonet, Oriol Bohigas, Josep Martorell...) deseosos de recuperar el GATEPAC español, producto de los CIAM y proscrito por el Régimen franquista. José Antonio Coderch destacaba por su liderazgo dentro de este empeño y rápidamente compartió ideas con Gio Ponti, aportando un sorprendente y merecido protagonismo de la Arquitectura Española, mediante el pabellón español de la IX Trienal de Milán en 1951, con un interiorismo organicista y un mosaico de arte pasado, moderno y vernáculo, con apoyo de unas extraordinarias fotografías; su modernidad y calidad expositiva fue una sorpresa, que sirvió de referencia para el interés por la Arquitectura que se hacía en una España remota. Pero las mejores obras estaban por llegar, fundamentalmente en los años de esa década de los “50”.De entre las obras presentadas adjunto imágenes para disfrutar de tres de ellas que  destacan especialmente:







Casa Rozes en Rosas (1962) de José Antonio Coderch. El edificio desciende escalonado hacia el mar, sacrificando vistas para evitar el soleamiento directo, Respecto al nivel de recepción y acceso a los espacios comunes, se agregan módulos de dormitorio, cada uno con su propio y pequeño recinto de huerta/ jardín, de modo similar a los añadidos autónomos, según se necesitan, típicos de la  arquitectura popular ibicenca, de cuya volumetría y blancura es heredera.  


































Chalet Pérez del Pulgar en Cadaqués (1958). Francisco Juan Barba Corsini fue un excelente arquitecto cuyas obras mostraban una versatilidad que se traducía en edificios de un elegante organicismo. Entre sus trabajos más singulares se encontraba el acondicionamiento de 13 apartamentos en la planta bajo la cubierta de "La Pedrera". Indudablemente fue un desafío que resolvió de forma admirable, pero el resultado fue efímero pues, tras la adquisición del inmueble por una entidad bancaria, se demolieron y se convirtió en un "espacio temático", de interés bastante menor. En esta vivienda en Cadaqués hay poco que comentar ante la elegancia contundente de una solución orgánica que, en su contraste de abierto/ cerrado, busca la luz y las vistas, impostada desde el dominio de un zócalo, y se protege del viento con espesos muros curvos de piedra, sobre los que "flota" la cubierta.    

























Casa Ugalde (1953) de Coderch, una obra maestra en su concepción funcional y paisajística. Los propietarios deseaban conservar el arbolado existente y disfrutar de sus magníficas vistas al mar. En el croquis, que parece un cuadro de Miró, se aprecia todo el dinamismo de la idea de proyecto, concretado en unas plantas orgánicas que integran el edificio en el paisaje como un elemento natural e intemporal... casi como la primitiva arquitectura popular ibicenca.      
























Como contraste de plantas en “expansión, adjunto tres magníficas plantas de viviendas unifamiliares, abiertas al espacio exterior, Se trata de una “brick house” de los conocidos estudios de “maduración” de sus ideas de Mies Van der Rohe, con su orden preciso, y el “estallido” de ese orden, en la casa Gómez en Durana (1960) de Saenz de Oiza y abierto al paisaje mediterráneo en la Casa Juliá en Cadaqués (1956) proyectada por Federico Correa y Alfons Milá.  








 
















EPÍLOGO: Un mensaje en un viejo libro.

Mi padre era aparejador y constructor y tenía un libro sorprendente en la librería de su despacho: la “Encyclopedie de l´Architecture Nouvelle”. Era un texto excelente, editado en francés, en 1956 por “Ulrico Hoepli” en Milán; conocía su presencia y, aunque tardé en valorarlo, luego supe descubrirlo, sus casi 700 páginas incluían  un texto ameno y clarificador y estaban llenas de fotografías y planos …que básicamente son base de la exposición de la Fundación ICO que he comentado. Precisamente al repasarlo, con ese motivo, me he encontrado con la última sorpresa: la factura, a nombre de mi padre, de la compra del libro por un importe de 1.153,25 ptas, con fecha 22 de Octubre de 1957.











El importe era una cantidad importante para la época, comparemos que una “vivienda protegida” costaba unas 120.000 ptas, y da una idea de lo costoso y difícil que era estar bien informado. Es decir, que mi padre hizo un esfuerzo con esa compra, que para él suponía una herramienta de trabajo. Indudablemente buscaba conocer ideas y soluciones de Arquitectura Moderna, pero era difícil que así fuera en el ambiente conservador del Burgos de aquellos años, con largos y fríos inviernos y veranos escuetos y “frescos”, más propios de un clima austral. Personalmente, siempre he sentido cierta "envidia" mediterránea, que permitía hacer plantas mucho más  libres y orgánicas con cubiertas planas, un contexto muy diferente a las casi forzosas (por normativa) soluciones de cubiertas inclinadas, obligatorias en el paisaje del medio rural. 62 años después me llegó este insólito mensaje, fue el colofón de la excelente exposición del ICO.

P.S. En la Exposición, como en este comentario, la mayoría de las imágenes relacionadas con Coderch o Barba Corsini fueron realizadas por el gran fotógrafo Francesc Catalá Roca.