domingo, 21 de octubre de 2012


CONTEXTOS SIN TEXTOS.

En recuerdo a Ray Bradbury y la librería MAINEL de Burgos.
















Lo que no consiguió el fuego, lo puede conseguir la electrónica: el libro como soporte básico de transmisión de conocimiento, experiencia o sentimientos está seriamente amenazado. La TV sustituyó a los periódicos y la radio como principal fuente de comunicación y los periódicos se hicieron digitales para sobrevivirla, así se van extinguiendo las tradicionales cabeceras de papel. De modo parecido sucede con los libros, las pantallas se convierten en referente de los productos “on line”, para formación, ocio o simple lectura, como libro electrónico. La esencia de la imaginación, la pasión y el conocimiento de la condición humana está en los libros, pero el soporte de papel iniciado hacia 1450, con el big- bang de la “Galaxia de Gutenberg”, como la definió Marshall McLuhan, parece comprimirse ante la nueva emergencia digital. 

















El soporte digital ofrece grandes ventajas; no ocupa sitio, puedes adaptar el tamaño de la letra, la capacidad de acceso es casi ilimitada, evita la conversión de bosques en papel, etc. Sin embargo, tiene sus inconvenientes: utilizarlo requiere energía, cumplir ciertas condiciones de acceso (servidores, softwares, etc.) y pueden dejar huellas en el ciberespacio… Por no hablar del nivel de dependencia establecido ¿Qué sería de nosotros sin Internet? En veinte años hemos pasado de su inexistencia (a nivel popular o masivo) a ser fuente básica de información, actividad, incluso relación, mediante las redes sociales, y también de manipulación; la volatilidad de la actual crisis financiera no es ajena a la inmediatez de impactos informativos, no siempre ciertos. Un escalofrío nos sacude cuando vemos nuestras limitaciones ante la Red todopoderosa.



 












El libro no ha variado, su soporte de papel lo hace estable, no necesita de aplicaciones externas para su disfrute; se toca, se abre, se contempla, se lee y no hay que reiniciarlo porque siempre está disponible y, aunque ocupa sitio en nuestros espacios limitados, puede ser un objeto bello en sí mismo, según el cuidado de la edición. Además el libro se transmite, se puede guardar y coleccionar, en una biblioteca, o compartir desde ella; incluso puede hablarse de reutilización en un mercado de segunda mano. El texto digital puede ser un claro exponente de cómo una realidad virtual, incide sobre la realidad física, la altera y puede sustituirla, pero el caso del libro tiene un recorrido amplio, a pesar de todo. El proceso educativo no puede prescindir de las letras, de los números… del libro, como el recuerdo imborrable de las primeras Enciclopedias infantiles. La atención dedicada a familiarizar a los niños con los ordenadores es interesante, pero pienso que proyecta más la limitación de adultos, ajenos al discurso digital, que la realidad de unos niños plenamente integrados en ello. En realidad, debería pretenderse que los niños, las personas en general, no se conviertan en apéndices de procesos informáticos; que sean autónomos y sepan escribir, dibujar, apreciar un libro por su texto, sus ilustraciones, su portada… La imaginación no reside en la resolución de una tarjeta gráfica, sino en el pensamiento y su extensión natural en los órganos sensores. El “mundo feliz” no reside tanto en la capacidad tecnológica, como en el uso razonable de los recursos naturales mediante la tecnología adecuada.



 












Inquisidores, tiranos o simples partidarios de la intolerancia deben disfrutar de la nueva situación, desde sus particulares infiernos; sus propósitos de controlar el pensamiento pueden imponerse sin necesidad de aparatosas hogueras. Por fin ven próximo lograr los contextos sin textos por los que tanto se esforzaron. El “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury puede alcanzar otra dimensión al quedar como un recuerdo arcaico, tras el nuevo escenario digital, aunque lo que ciertamente no desaparecerá es la voluntad de control por el poder, más bien será facilitada por la concentración de grandes medios de comunicación. Así nos lo avisaron George Orwell en “1984” y Aldous Huxley en “Un Mundo Feliz” pero, frente a ese control, el libro continuará manteniendo el carácter de conocimiento reflexivo y “underground”, si es necesario. Volvamos a McLuhan, uno de los grandes visionarios del siglo XX, él nos habló de la aldea global, de la Red (www = World Wide Web) con treinta años de anticipación y enunció que el mensaje es el medio y los medios “fríos” son desbordados ante la potencia de otros soportes masivos. Si la TV era un medio “cálido”, Internet quema y las redes sociales han demostrado su capacidad incendiaria. El libro era temido por quienes tenían miedo a la libertad, los medios masivos son temidos por quienes tiene miedo a la manipulación. El libro puede conmover al lector, provocando su acción tras la reflexión, los medios de masas pretenden la acción no reflexiva del espectador; frío y calor. 
















Defender la viabilidad del libro puede parecer un empeño inútil, otros soportes ocuparon su lugar previamente, las tablillas de arcilla, el papiro, el pergamino, el papel era el penúltimo soporte y durante siglos ha cumplido su labor de transmisor cultural, por medios manuales o mediante la imprenta; sin ella la Humanidad no hubiera vivido la expansión prodigiosa de los últimos cinco siglos. Alberto Corazón defendía la vigencia del libro como soporte informativo de gran versatilidad y difusión, cuya existencia continuará y tiene razón pero, además estará revestida por la aureola de objeto fetiche, vinculado a la educación y valorado por entornos culturales. De momento se está produciendo un ajuste; en la última feria del libro de ocasión de Madrid las estrellas no eran los libros, salvo los verdaderamente antiguos, sino los viejos “comics”, que como no se encuentran en la red, son el equivalente a los vinilos en la música. De forma pareja a la música, la abrumadora capacidad de almacenamiento de los soportes digitales, no impide que haya resurgido el interés por las grabaciones analógicas de los vinilos; es un sonido diferente, más humano, aunque algo más incomodo de disponer. Por el mismo motivo que los LPs, respecto a los CDs, se convierten en objetos dotados de un componente artístico y fetichista, a los libros les sucede algo parecido. Además en el caso del  libro se plantean nuevas soluciones alternativas que parten desde la reutilización, el intercambio y la creación de nuevas formas de librería, como centros de ocio y difusión cultural, incluso basados en la figura de asociados mantenedores.














Este verano pasado me ha traído dos malas noticias relacionadas con los libros: Ray Bradbury, el autor más humanista de la ciencia- ficción, falleció el 5 de junio. Era un escritor enamorado del texto de papel, incluso homenajeó a los catálogos de venta por correo, porque conectaban a personas aisladas con un distante mundo urbano. Es oportuno su escepticismo respecto a un simplista optimismo tecnológico y su defensa de los libros, como germen de libertad, frente al control totalitario, le llevó a escribir “Fahrenheit 451”, pero también el poético “Hombre ilustrado” de cuya piel surgían historias o, mi favorito, “Las Crónicas Marcianas”, entre otros muchos. De él y sus relatos tuve noticias siendo niño por las “Historias para no Dormir” de Chicho Ibáñez Serrador en TVE, un recuerdo imborrable; como la fascinación que experimenté al leer las “Crónicas…” el año "73", en la edición argentina de editorial Minotauro.











“Mainel” acaba de cerrar sus puertas tras casi cincuenta años de existencia, era una librería con sala de exposiciones en una ciudad media como es Burgos. Llevada por el compromiso de sus propietarios, que han ido desapareciendo con el paso del tiempo: la reconocida obra  de Luis Saez como pintor aportaba una sólida referencia a la Galería, así como el trabajo de Fernando y Menchu en la librería, que finalmente ha tenido que tirar la toalla, ante un lucha en solitario para la que ya no tenía fuerza. Mainel siempre tuvo una especial proyección artística, tanto por sus exposiciones, como por la calidad de su oferta bibliófila, especialmente de Arquitectura. Tampoco faltaban otros campos, desde  la filosofía, la psicología, el esoterismo, etc muchas de esas  publicaciones en ediciones especiales, de editoriales singulares. Por ello Mainel, hacía honor a su nombre y era una fuente de luz en el gris paisaje burgalés de los años “60” y “70”. El esfuerzo final de un entusiasta grupo de jóvenes arquitectos (LENIAM), para reanimar la actividad, no ha resultado suficiente y un cartel de “Se alquila” transmite una despedida silenciosa.

                                                                                                                                               Fotografías: grupo LENIAM                                                                                

El cierre de Mainel y el contexto de crisis que vivimos preocupa a otros libreros, que  advierten en sus escaparates: "conserva tu librería: espacio en peligro de extinción”, ante la presión digital y fiscal sobre el texto de papel. El Roto sentenciaba en una de sus viñetas que “Dejaron de comprar libros y se pasaron a la lectura de los posos del café”; posos que se ven en la cultura de imagen y superficialidad de los medios masivos, una inquietante valoración de la pérdida de racionalidad cultural. Hablar de pérdidas, de desapariciones forma parte de una ley de vida, pero “cada vez que decimos adiós, morimos un poco”, dice una canción de Cole Porter, así nos sucede con la desaparición de algunos edificios de nuestro paisaje cotidiano, de nuestro bar habitual, de nuestra librería favorita, de los cines de programa doble que se cerraron, o la muerte de John Lennon, Marylin Monroe, John F. Kennedy… son referencias vitales, que forman parte de nuestros recuerdos, como retazos de nuestra vida. La cultura es la expresión de socialización básica que expresa a una sociedad, como conjunto de costumbres, conocimientos y valores. Los cambios que se producen son obvios y acelerados, lo que desconocemos es cómo se reajusta la anterior socialización mediante la cultura, cuando el contacto tiene lugar con todo el mundo, a través de las pantallas, digitales o de “leds”, de contextos sin “textos”.


Fotografía: Grupo LENIAM


Por cierto, si no has leído las “Crónicas Marcianas”, no esperes más tiempo.

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