JAVIER CARVAJAL: UN CONSERVADOR MODERNO.
España, durante el siglo XX, vio ejercer a un amplio grupo de arquitectos de gran calidad, producto de una formación académica muy exigente, que se fue diluyendo progresivamente ante una demanda social más amplia de profesionales, reflejada en unos planes de estudios menos selectivos, aunque no menos operativos. El siglo XXI ha visto una explosión masificadora, en especial tras la proliferación de Universidades privadas. Por desgracia para muchos de estos sólidos profesionales, sus circunstancias vitales fueron bastante negativas: el tradicional retraso económico y cultural español, se vió agravado por nuestra guerra “incivil” y el aislamiento posterior. Casos como Sainz de Oiza, Coderch, Fisac, De
Javier Carvajal fue uno de esos sólidos arquitectos españoles de la segunda mitad del siglo XX. Su ideología conservadora no le llevó a fórmulas académicas historicistas, todo lo contrario, su arquitectura es profundamente “moderna”, mezclando la vía funcionalista con la expresionista o el organicismo, en un cócktail, aparentemente complejo, pero de resultado sólido y coherente. Javier Carvajal nunca despertó sospechas al Régimen de Franco, lo que favoreció que fuera el catedrático más joven (1.965) y ferviente defensor de
DOCENCIA.- Tuve la suerte de ser alumno de Alejandro de la Sota (Elementos de
Composición, que me permitió superar el pánico del primer año y analizar y
entender el espacio arquitectónico), Javier Carvajal (Proyectos I, me enseñó a
concretar la Arquitectura
desde el programa a su formalización), Antonio Vázquez de Castro (Proyectos II,
me enseñó el valor del contexto y de la expresión arquitectónica) y Paco Sainz
de Oiza (Proyectos III, su asignatura cuatrimestral era como él: la Arquitectura como
pasión). Una gran diversidad de visiones arquitectónicas, impartida por
excelentes maestros, que se implicaban de modo activo en sus clases. Sería
injusto no mencionar, además de los catedráticos, a los buenos profesores
correspondientes: José Antonio Pruneda (De la Sota ), Luis Gay y Julián Colmenares (Carvajal),
Fernando Fauquié (Vazquez de Castro) y Antonio Miranda (Oiza). Siempre se
aprende mucho de los compañeros, pero la lista sería muy larga. Como el mundo
no puede ser feliz, la turbulencia universitaria de aquellos años reducía
bastante el calendario lectivo, pero las clases aportaban un conocimiento
impagable, ciertamente. La cátedra de Javier Carvajal era la más pragmática y
exigía que los proyectos fueran muy concretos, para ello estructuraba el curso
por diferentes temáticas, con programas precisos (vivienda, equipamientos docentes,
equipamientos de servicios y propuesta de implantación de proyectos del curso
en un entorno concreto). Exigía concreción a los alumnos, así como autocrítica y coherencia para lograr rigor sobre las propuestas, por ello su
consejo era que, “dado que inventar es muy difícil, aprendan a copiar bien”.
Una corrección de Carvajal podía ser cruel, pero te enfrentaba a la realidad de
tu proyecto: un modo de bajar los humos a los aspirantes a un “star system”,
que entonces era muy modesto. Siempre fue conocida su capacidad para “ver”
proyectos con rapidez y rigor, lo que le hacía muy interesante como jurado de
concursos. Además del reconocimiento como catedrático de Proyectos en Madrid y
Pamplona, su militancia docente le llevó a ser nombrado Director de las ETSAS
de las universidades de Barcelona (1972- 1974) y Las Palmas (1974), pero
protagonizando situaciones políticas muy conflictivas.
CALIDAD.- Es el sello incontestable de las obras de Javier Carvajal, lo que
supone destacar tanto por la selección de materiales, como por su ejecución. En
general su arquitectura era de alto “standing” y para un público de nivel
económico elevado, lo que facilita la monumentalidad ya referida; lo suyo no
eran las viviendas protegidas (salvo algún caso raro como unas en el Aaiún),
aunque podía hacerlo muy bien, pero se ve muy cómodo con un “status” más
aristocrático que burgués, no es casual su vinculación a los locales de Loewe.
En su obra se pueden rastrear múltiples influencias funcionalistas y, fiel a su
principio, no prevalecía la originalidad o la búsqueda, incluso hubo una época
que hacía de Paul Rudolph casi mejor que el propio (pienso en el excelente
edificio de la C./ Fernández
de la Hoz esquina
a C/ Caracas); pero todo ello tenía en común el rigor funcional y la solvencia
final del edificio. Ello no impedía ciertas contradicciones respecto al contexto, en el desarrollo de sus cursos como funcionalista convencido, el
entorno preexistente del edificio lo consideraba modificable por la aportación
de una nueva Arquitectura de mayor calidad y contemporaneidad; el entorno le
importaba poco, le interesaba la nueva construcción. La Torre de Valencia es su
edificio más conocido y acusa muy bien esta visión personal, de potencial
conflicto: su calidad como edificio, choca con el “aplastamiento” de la
perspectiva de la Puerta
de Alcalá. La riqueza de matices en la fachada (volúmenes de terrazas, huecos
casi “tallados”, juegos tubulares de remate de barandillas, movimiento de
volúmenes prismáticos, generados por una planta arracimada, geométrica pero de
disposición orgánica… un excelente despliegue formal apreciable en la media y
corta distancia, pero la plástica de huecos y juegos de sombra en terrazas
protegidas del excesivo soleamiento, se desdibuja y vuelve más ciclópea en la
lejanía, a pesar de la ligereza de las plantas, ante el predominio de los
paneles prefabricados de hormigón granítico.
PRODUCCIÓN.- El estudio de Javier Carvajal era de los más reconocidos, no le faltaba actividad y era un arquitecto convencido, con enorme capacidad de trabajo pero, sus dedicaciones políticas, sin duda evitaron una mayor producción arquitectónica. El Pabellón Español en
IMPLICACIÓN CON
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