CONTEXTOS SIN TEXTOS.
En
recuerdo a Ray Bradbury y la librería MAINEL de Burgos.
Lo que no consiguió el fuego, lo puede conseguir la electrónica: el libro como soporte básico de transmisión de conocimiento, experiencia o sentimientos está seriamente amenazado.
El soporte digital ofrece grandes ventajas; no ocupa sitio, puedes adaptar el tamaño de la letra, la capacidad de acceso es casi ilimitada, evita la conversión de bosques en papel, etc. Sin embargo, tiene sus inconvenientes: utilizarlo requiere energía, cumplir ciertas condiciones de acceso (servidores, softwares, etc.) y pueden dejar huellas en el ciberespacio… Por no hablar del nivel de dependencia establecido ¿Qué sería de nosotros sin Internet? En veinte años hemos pasado de su inexistencia (a nivel popular o masivo) a ser fuente básica de información, actividad, incluso relación, mediante las redes sociales, y también de manipulación; la volatilidad de la actual crisis financiera no es ajena a la inmediatez de impactos informativos, no siempre ciertos. Un escalofrío nos sacude cuando vemos nuestras limitaciones ante
El libro no ha variado, su soporte de papel lo hace estable, no necesita de aplicaciones externas para su disfrute; se toca, se abre, se contempla, se lee y no hay que reiniciarlo porque siempre está disponible y, aunque ocupa sitio en nuestros espacios limitados, puede ser un objeto bello en sí mismo, según el cuidado de la edición. Además el libro se transmite, se puede guardar y coleccionar, en una biblioteca, o compartir desde ella; incluso puede hablarse de reutilización en un mercado de segunda mano. El texto digital puede ser un claro exponente de cómo una realidad virtual, incide sobre la realidad física, la altera y puede sustituirla, pero el caso del libro tiene un recorrido amplio, a pesar de todo. El proceso educativo no puede prescindir de las letras, de los números… del libro, como el recuerdo imborrable de las primeras Enciclopedias infantiles. La atención dedicada a familiarizar a los niños con los ordenadores es interesante, pero pienso que proyecta más la limitación de adultos, ajenos al discurso digital, que la realidad de unos niños plenamente integrados en ello. En realidad, debería pretenderse que los niños, las personas en general, no se conviertan en apéndices de procesos informáticos; que sean autónomos y sepan escribir, dibujar, apreciar un libro por su texto, sus ilustraciones, su portada… La imaginación no reside en la resolución de una tarjeta gráfica, sino en el pensamiento y su extensión natural en los órganos sensores. El “mundo feliz” no reside tanto en la capacidad tecnológica, como en el uso razonable de los recursos naturales mediante la tecnología adecuada.
Inquisidores, tiranos o simples partidarios de la intolerancia deben disfrutar de la nueva situación, desde sus particulares infiernos; sus propósitos de controlar el pensamiento pueden imponerse sin necesidad de aparatosas hogueras. Por fin ven próximo lograr los contextos sin textos por los que tanto se esforzaron. El “Fahrenheit
Defender la viabilidad del libro puede parecer un empeño inútil, otros soportes ocuparon su lugar previamente, las tablillas de arcilla, el papiro, el pergamino, el papel era el penúltimo soporte y durante siglos ha cumplido su labor de transmisor cultural, por medios manuales o mediante la imprenta; sin ella
Este verano pasado me ha traído dos malas noticias relacionadas con los libros: Ray Bradbury, el autor más humanista de la ciencia- ficción, falleció el 5 de junio. Era un escritor enamorado del texto de papel, incluso homenajeó a los catálogos de venta por correo, porque conectaban a personas aisladas con un distante mundo urbano. Es oportuno su escepticismo respecto a un simplista optimismo tecnológico y su defensa de los libros, como germen de libertad, frente al control totalitario, le llevó a escribir “Fahrenheit
“Mainel” acaba de cerrar sus puertas tras casi cincuenta años de existencia, era una librería con sala de exposiciones en una ciudad media como es Burgos. Llevada por el compromiso de sus propietarios, que han ido desapareciendo con el paso del tiempo: la reconocida obra de Luis Saez como pintor aportaba una sólida referencia a
Fotografías: grupo LENIAM
El cierre de Mainel y el contexto de crisis que vivimos preocupa a otros libreros, que advierten en sus escaparates: "conserva tu librería: espacio en peligro de extinción”, ante la presión digital y fiscal sobre el texto de papel. El Roto sentenciaba en una de sus viñetas que “Dejaron de comprar libros y se pasaron a la lectura de los posos del café”; posos que se ven en la cultura de imagen y superficialidad de los medios masivos, una inquietante valoración de la pérdida de racionalidad cultural. Hablar de pérdidas, de desapariciones forma parte de una ley de vida, pero “cada vez que decimos adiós, morimos un poco”, dice una canción de Cole Porter, así nos sucede con la desaparición de algunos edificios de nuestro paisaje cotidiano, de nuestro bar habitual, de nuestra librería favorita, de los cines de programa doble que se cerraron, o la muerte de John Lennon, Marylin Monroe, John F. Kennedy… son referencias vitales, que forman parte de nuestros recuerdos, como retazos de nuestra vida. La cultura es la expresión de socialización básica que expresa a una sociedad, como conjunto de costumbres, conocimientos y valores. Los cambios que se producen son obvios y acelerados, lo que desconocemos es cómo se reajusta la anterior socialización mediante la cultura, cuando el contacto tiene lugar con todo el mundo, a través de las pantallas, digitales o de “leds”, de contextos sin “textos”.
Fotografía: Grupo LENIAM
Por cierto, si no has leído las “Crónicas Marcianas”, no esperes más tiempo.
Por cierto, si no has leído las “Crónicas Marcianas”, no esperes más tiempo.
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